A medida que la tecnología avanza, también lo hace el riesgo de dejar atrás a una parte importante de la población: las personas mayores. Diseñar herramientas digitales para ellos no significa sólo simplificar menús, sino crear experiencias pensadas y probadas con usuarios reales para que transmitan confianza y autonomía.
Muchos viven solos, algunos enfrentan limitaciones físicas o cognitivas, y otros simplemente no se sienten cómodos con los dispositivos digitales. Pero ¿y si existiera una aplicación pensada desde cero para acompañarles, ayudarles y conectarles con el mundo?
En este artículo exploramos cómo debería ser esa app ideal.
Una app que escucha, responde y acompaña
El corazón de esta aplicación debería ser un asistente personal con voz clara, pausada y natural. No se trata solo de un robot que responde preguntas, sino de una compañía con quien hablar cuando se sienten solos o necesitan ayuda.
Esta IA conversacional recordaría la medicación, las citas médicas o tareas cotidianas, pero también preguntaría cómo ha ido el día o contaría pequeñas anécdotas para aliviar la soledad.
Pero no basta con hablar: también debe ser fácil mirar, interactuar y entender. La interfaz tiene que ser sencilla, con botones grandes, colores contrastados, texto ampliado y un modo oscuro.
Además, la navegación debe tener una jerarquía simple, con menús poco profundos (máximo 2 o 3 niveles) y flujos claros, donde cada tarea se complete en pocos pasos y con un flujo de “una tarea por pantalla” para evitar confusión.
Con la edad, el ojo pierde nitidez y sensibilidad a ciertos tonos, sobre todo los fríos. Las pupilas se hacen más pequeñas y la adaptación a la luz es más lenta. Por eso, la app debe ofrecer paletas cálidas y de alto contraste, iconos claros y un “modo alta visibilidad” que ajuste brillo y evite deslumbramientos. Además, la tipografía debe ser limpia, sin serifa, sin adornos, de tamaño generoso (14–16 pt) y con buen espaciado, para facilitar la lectura cuando hay dificultades de enfoque o discriminación de caracteres.

Las personas con baja visión agradecerán que la app lea en voz alta cualquier texto, y que corrija automáticamente si se pulsa mal.
Quienes tengan baja audición, contar con subtítulos en todo el contenido audiovisual, además de notificaciones visuales reforzadas.
Para quienes tengan dificultades motoras deben poder controlarlo todo con la voz o con un solo gesto, sin tener que deslizar o hacer acciones complejas. Los gestos deben ser intuitivos, priorizando botones visibles sobre deslizamientos o combinaciones complejas, para que la interacción sea predecible y fácil.
Salud, seguridad y tranquilidad en un solo lugar
En esta etapa de la vida, la salud requiere atención diaria, pero sin que eso se convierta en una fuente de ansiedad.
Esta app debería integrarse con relojes o pulseras inteligentes para registrar automáticamente pulso, tensión, pasos o incluso horas de sueño.
La información debe mostrarse de forma visual, amable y sin tecnicismos, para que el usuario —o su familia— pueda seguir la evolución sin agobios.
Y si algo se sale de lo normal, la app debe saberlo: una caída, un cambio repentino en el ritmo cardíaco, una ausencia de movimiento prolongada… No debe esperar a que alguien pulse un botón. Tiene que reaccionar de forma automática, enviando un aviso al familiar o, si es necesario, llamando directamente a los servicios de emergencia.
Además, un botón de ayuda visible en todo momento —grande, claro y sin necesidad de contraseñas— debe estar siempre disponible. La seguridad no debería sentirse como una función, sino como una presencia constante y tranquila que acompaña.
Incluso podría incorporar un registro de acciones, por ejemplo: “¿Me he tomado la pastilla?” → confirmar toma”. Esto permitiría auditar hábitos diarios y dar tranquilidad tanto a la persona mayor como a su entorno.
Conectar con quienes más importan
La tecnología puede ser una barrera o un puente. Para muchas personas mayores, hablar con sus seres queridos no es solo un deseo, sino una necesidad emocional. Esta app debería facilitar al máximo la conexión: videollamadas sin pasos intermedios, fotos de contacto grandes y reconocibles, y posibilidad de hablar con una sola frase.
También sería clave que la interfaz ayudara a quienes tienen dificultad para distinguir detalles finos o contrastes. Para facilitar la lectura, los mensajes y subtítulos deberían usar negrita moderada y fondos claros, con mucho espacio en blanco. Evitar colores medios o combinaciones que reduzcan contraste ayudará a que todo sea más legible.
Para personas con pérdida de audición, todo lo que se diga debería poder leerse: subtítulos en videollamadas, transcripciones automáticas y notificaciones reforzadas con vibración. Incluso pequeños gestos visuales, como emojis en lugar de frases largas, pueden facilitar mucho la expresión emocional.
Además, si hace tiempo que no se contacta con alguien, la app puede sugerirlo: “Hace días que no hablas con tu nieta. ¿Quieres enviarle un mensaje?” Y si la escritura es una barrera, el asistente puede redactar por ti con solo dictarle tus palabras.
Y cuando el vínculo emocional está cubierto, también lo está el deseo de seguir aprendiendo y creciendo.
Mantener la mente activa y aprender sin miedo

El deterioro cognitivo no es inevitable, y una mente activa es una mente más feliz.
Esta app debería incluir juegos diseñados con inteligencia artificial, que se adapten al nivel de cada persona y evolucionen con ellos. Desde ejercicios de memoria y atención hasta pequeñas pruebas de lenguaje, todo enfocado a estimular sin frustrar.
Pero el aprendizaje no termina ahí. Muchas personas mayores quieren aprender a usar WhatsApp, la cámara del móvil o incluso cómo hacer una videollamada, pero necesitan una guía paciente. Esta app puede incluir tutoriales breves en vídeo o voz, explicar paso a paso cada acción, e incluso detectar si el usuario se pierde y ofrecer ayuda contextual en ese momento.
Debe ofrecer una navegación clara, coherente y predecible, con botones que cambian de estado y mensajes simples que confirmen cada acción. Esto reduce la ansiedad y ayuda a crear confianza.
En definitiva, no se trata de “enseñar a usar el móvil”, sino de empoderar a las personas para que lo usen con confianza.
Tecnología con empatía
En resumen, una aplicación para personas mayores no puede ser solo una versión simplificada o más lenta de lo que ya existe. Tiene que estar diseñada desde la empatía, la comprensión real de sus necesidades, sus ritmos y su forma de relacionarse con la tecnología. Debe comprender que hay temblores, que hay miedo a equivocarse, que hay ganas de aprender, de sentirse acompañado, de seguir conectado.
Con inteligencia artificial, diseño accesible y una buena dosis de humanidad, podemos transformar la tecnología en una verdadera aliada del envejecimiento activo.
¿Te gustaría ver una app así hecha realidad? ¿Qué otras funciones crees que debería incluir?